viernes, 8 de abril de 2011

3 Patetic-Piropopoemas

Jan Saudek

Hace poco menos de un mes les escribí a unos amigos (Fabián y Armando; que por razones que no vienen al caso, iban a pasar algunos días juntos en Paris), pidiéndoles que cada uno se escribiera un patetic piropopoema. La razón es obvia: como una es una envidiosa y no soporta que los demás se diviertan sin una, entonces se busca cualquier artilugio para robarles al menos un minuto de paz.

A continuación el carteo y los poemas:

Caballeros, cómo les va? Ya que andan los dos tan lejos de mí y probablemente pasando un mejor rato que el que paso yo -malditos- quisiera convidarlos a que se escriban un Patetic piropo poema -tal vez las faldas de las francesitas, o barcelonesas, o madrileñas os den inspiración-. ¿Con qué motivo? pues no más por joder, una vez escritos los tres los ponemos en los blogs y listo.
Les envío el mío a continuación, saludos y que se diviertan mucho.
Patetic piropopoema
Pasas como un ferrocarril
o como una mantarraya
qué importa.
Si conociera a tu madre muchacha
inventaría un fetiche efímero y privado
con su útero ahora estéril:
fuera de él te vieron la luz y mis gafas anti réflex
un día como hoy en el que solo sabes alejarte
dejando sombras que se encharcan
donde estuvieron tus piernas.
 
¿Qué se puede querer sino mancharte el vestido
o llevarte a pasear por un pasillo lleno de puertas?
ay muchacha si desde
mi fragilidad extrema de deudor hipotecario
pudiera alquilar por dos horas un pajar
para llenarte de hebras secas la cabeza
o derrochar mi apellido en tu costado
o endulzarte con el olor de lo marchito
y enseñarte a devorar el tiempo que te sobra
hasta el minuto de mi desahucio
o hasta que aprendas por caridá
a mentirme.

Eduardo Valverde
(Fabián) Diay así... algo medio improvisado mientras estaba desayunando. Definitivamente no me salió un piropo.
Sus ojos tampoco fueron hechos para ver
las cosas imposibles. Y el lugar donde estaba era
tan solo un sitio
muy lejano en el mundo donde
había muchachas
embaladas en leggins
palomas, suciedad y patios oscuros. Los ferrocarriles
en ese lugar
quizás
seguían siendo una alegoría del progreso
que le robaba el sueño
a Tocqueville y a sus sucedáneos. Y las líneas ferroviarias
rompían el horizonte
al pie de los edificios ocupados.
En algún punto de ese lugar
sucedía un cementerio para perros. En algún punto de ese lugar
ella estaba pensando en el tacto de
la noche.
Caminaba
por esa calle que debía tener el nombre
de todos los hombres que eyacularon dentro suyo.
Tal vez esa era su calle preferida o tal vez no.
Qué importa, en todo caso.
Era la hora en la que la vida deviene en espejismo de la necesidad.
El sitio donde caminaba tenía
el color de un desierto
lleno de monumentos.
 
Fabián Coto
(Armando) Q tal Edx, qué placer oír de vos. Por acá todo bien. Creo que es justo decir que la pasamos de bien con Fabián, Rebe, Patiño y Kaszia.
En lo que respecta a tu proposición, pues ante todo te recuerdo que yo no soy poeta, y que usualmente esas intentonas acaban en una triste vicisitud de incoherencias. Pero bueno, dicho lo anterior, aquí te envío lo que yo escribí. xxxx xxxxx xxxx xxxx xxx xxxx.
Un gran abrazo, Eduardito, ojalá también que alguna vez sea vos con el que recorra las calles de estas ciudades.
Piropopoema
 
Te vi a través de otros espejos,
decantadas tu belleza y tu deseo
en melifluos pozos de amargura.
Quise tomarte,
hundirte,
revolverte,
y beber luego el coloide
sin preguntas.
 
Saboreé el efluvio de tu vientre,
sin probarlo.
Asido al agrietado casco
de tu cintura,
pronto a sumergirme
en el remolino de tus vellos
para resurgir hediondo a pulpo
y a marea.
 
Mordiendo las raíces de tus muslos
te inyectaría la vida a dentelladas,
te daría pasión,
lujuria,
evaporaría tus aguas.
 
Comería de tus miedos
para luego escupirlos,
estallaría en tus adentros,
hasta cundir tus hendijas,
colgaría del alba
un tren que no se pare,
donde las ventanas no ofrezcan
efugio a tu mirada,
excusa a tu indolencia,
y donde las bancas se deshagan,
para dar lugar sólo a tus ojos
y a los míos,
que inocularen con urgencia
el hervor por devorarnos.

Armando Torres