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viernes, 26 de octubre de 2012

El ángel bueno (Rafael Alberti)




**
Dentro del pecho se abren
corredores anchos, largos,
que sorben todas las mareas.

Vidrieras.
que alumbran todas las calles.

Miradores,
que acercan todas las torres.

Ciudades deshabitadas
se pueblan, de pronto. Trenes
descarrilados, unidos
marchan.

Naufragios antiguos flotan.
La luz moja el pie en el agua.

¡Campanas!

Gira más de prisa el aire.
El  mundo, con ser el mundo,
en la mano de una niña
Cabe.

¡Campanas!

Una carta del cielo bajó un ángel.

**
Vino el que yo quería,
el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.

No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.

Para, sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Reflexiones de un fumador




“Musings of a cigarrette smoking man” de Raul Bloodworth
Traducción Eduardo Valverde

I
Un fumador como yo, en un futuro probable, puede pasar de fumar a no-fumar. Si bien considerar trivialidades como esta puede parecer un despropósito para las almas prácticas, hay que reconocer que no deja de sumarle sombras al porvenir –de por sí sombrío- de las almas, no digamos achacosas, pero desangeladas.

II
“El recurso de andar fumando es un paréntesis para la esclavitud y las bestias humilladas.”. Silvia Piranesi.

III
Le sobran incontables minutos al final del día ahora que ya no fuma. Siguiendo la lógica del “time is money” los deposita en puchitos bajo el colchón, junto a las horas de insomnio.

IV
En este lapso de tiempo –una vida- me han querido varios hombres y varias mujeres, algunos aún me quieren. No enumero nombres porque la memoria, sabemos, es injusta; sin embargo debo decir que no existe mejor consuelo que un cigarrillo.

V
Un artificio para darle alguna forma al aire. Una oración que se reza hacia dentro.

VI
Usualmente fumo de forma compulsiva. Digamos que no me entero cuándo acaba un cigarrillo y cuándo inicia otro; de repente ya ha anochecido y todos los impulsos del día se encharcan bajo la luz de los postes.

VII
A veces cuando fumo y estoy solo, me imagino solo y fumando.

VIII
Otra herramienta para poner distancia; para volver a uno mismo luego, o durante cualquier rito de comunión: la comida, el sexo, la conversación.

IX
Al igual que todos los que empezamos a fumar muy jóvenes, el origen del placer del fumado lo encuentro en una relación inconsciente entre el vicio, y una forma bastante imbécil de practicar la rebeldía. Por eso desconfío profundamente de los fumadores que encendieron su primer cigarrillo siendo adultos: esos sí han de estar muy jodidos.

X
Existe una delicadeza imponderable en la manera cómo se organizan los dedos de la mano para sostener la liviandad del un cigarrillo.

XI
Las leyes anti-tabaco institucionalizaron el desamparo de los solitarios y los tristes, que ahora deambulan desorientados por las afueras de la viña del señor.

XII
El primer y el último cigarrillo del día son una necedad gratuita, pocas veces se programan desde el deseo. Aunque si nos ponemos grandiosos, puede que enmascaren la puntuación anodina de la Historia y del Tiempo.

XIII
Nunca fumen hijos míos. Nunca-nunca-nunca… ni compren a crédito un televisor de alta definición.

XIV
Tengo un recuerdo que puede ser falso y sin embargo atesoro con cariño, los túneles en el viaje en tren de Natchez a Hushpuckena: los sonidos desgajándose de las paredes, la oscuridad total por la que se mueve errática la brasa del cigarrillo de mi padre, hasta que se fija en un punto y arde con más intensidad justo antes que el tren salga de nuevo a la luz. Luego, el humo buscando una ventana.

XV
Alegoría del silencio.

XVI
En noches de insomnio me calmo oliéndome el bigote. Huele a incendios apagados, a ceniza fresca.

XVII
Me fastidia que un desconocido me pida un cigarrillo. Igualmente me incordia que un amigo me pida “un jalón”. Es decir, entiendo el fumado como una práctica ante todo individual, responsable y egoísta. De ahí que deteste el gregarismo de algunos fumadores: Si usted fuma, señor, señora, no es problema mío.

XVIII
Quien te ofrece agua es un bienhechor, quien te ofrece fuego es un cómplice. A los bienhechores no hay forma de quitárselos de encima, a los cómplices en cambio, con la traición basta.

XIX
La única actividad posible durante la espera es fumar, cualquier otra es una ingenua negación de la espera misma. Suponiendo que la espera sea una condición que puede, o no, ser alterada.

XX
“Holy smoke”. Tanta tinta para contar que se fue niño en un cine de barrio y que fumar es un placer: puro humo.

XXI
“El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable. Incapaces de aminorar el ritmo vertiginoso del cambio, nos centramos sobre lo que podemos (o se nos asegura que podemos) influir: tratamos de calcular y minimizar el riesgo de ser nosotros mismos, víctimas de los indefinibles peligros que nos depara este mundo y su futuro incierto. Por así decirlo, buscamos blancos sustitutivos hacia los que dirigir nuestro excedente de temores existenciales y, entre nuestros nuevos objetivos improvisados, nos topamos con advertencias contra inhalar cigarrillos ajenos, la ingesta de alimentos ricos en grasas o en bacterias “malas”, la exposición al sol o el sexo sin protección...”. Z. Bauman.

¿Fuego?

domingo, 19 de agosto de 2012

Los perros de la lluvia (T.Waits)



Estuve dentro de un reloj roto,
desparramando el vino
con los perros de la lluvia.

¡Taxi! mejor caminamos.

Me apiñé bajo un techo con los perros de la lluvia
porque soy uno de ellos.

¡Cómo bailamos hasta tragarnos la noche!
Todo estaba dispuesto para soñar.
¡Cómo bailamos hasta alejarnos de las luces!
Siempre hemos estado locos.

Anduve pateando basureros
donde naufragan los trenes
con los perros de la lluvia.

El ron  corría parejo.

Abro mi paraguas para ellos
porque yo también soy un perro de la lluvia

¡Cómo bailamos con “The rose of Tralee”!
Su pelo negro como un cuervo.
Cómo bailamos mientras me decías al oído
“nunca volverás a casa”.

(Traducción: Pelele)

viernes, 30 de marzo de 2012

Carta de amor para los que están lejos




Es jueves. Cuando desperté
el viento propagaba un aroma seco en los barrios
y en las ventanas aparecía el mundo cicatrizando
bajo una franja azul de cielo.

-Marzo. Piso un error tectónico
un albur de los volcanes.
Esta ciudad que malvive de las mensualidades del olvido- pensé.

La inmovilidad nos está vedada
aunque a veces el espíritu parezca de piedra:
recuerdo la hormiga negra de Cortázar
paseándose por una corbata amarilla:
qué solemne cuenta su chiste a los que esperan
un aguacero improbable que refresque la siesta de esta tarde.

O tal vez visite a Carlos y Andrea
y les lleve un fruto seco, un humo.
Y hablemos de las parvadas de aves migratorias
que ornamentan el infortunio de los países democráticos.

Es una exageración, pero la ley antitabaco
ha institucionalizado el desamparo de los solitarios y los tristes
que ahora deambulan desorientados por las avenidas de este valle.

Invento un nombre para ustedes antes de volver a cerrar la puerta.
Todo en la casa está quieto.
No, no y no –digo sin escucharme mientras me dirijo al cuarto.

Marzo 2012

martes, 6 de marzo de 2012

Barking de Jim Harrison





Este poema se lo escuché al autor al final de uno del programas de Anthony Bourdain, “No reservations” (recomendado) que se hizo en Montana. Además, el esposo de Angelina Jolie, de soltero, actuó en una adaptación al cine de una de sus novelas (dato sin importancia, pero que vende).


La traducción, disculpen, es mía.

Barking

The moon comes up.
The moon goes down.
This is to inform you
that I did´nt die young.
Age swept past me
but I caught up.
Spring has begun here and each day
brings new birds up from Mexico.
Yesterday I got a call from the outside
world but I said no in thunder.
I was a dog on a short chain
and now there is no chain.

Ladrido

La luna sale.
La luna se pone.
Digo esto para informarles
que no morí joven.
Los años pasaron de largo
pero me puse al día.
Ya ha empezado la primavera y cada minuto
trae pájaros desde México.
Ayer recibí una llamada del mundo exterior
pero dije que no en trueno.
Fui un perro con una cadena corta,
ahora no hay cadena.

Jim Harrison

miércoles, 4 de enero de 2012

Versos sencillos y rocanrol criollo

Para empezar enero con un fuerzón: versos sencillo de Martí y un "buena nota" de Capmany y Café con Leche.






XXXIX


Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.


Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo
cardo ni oruga cultivo:
cultivo la rosa blanca.


I


Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.


Yo vengo de todas partes,
y hacia todas partes voy:
arte soy entre las artes,
entre los montes, monte soy.


Yo sé los  nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.


yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.


Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas:
y salir de los escombros,
volando mariposas.


He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.


Rápida, como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.


Temblé una vez - en la reja,
a la entrada de la viña,-
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.


Gocé un vez, de tal suerte
que gocé cual nunca: cuando
la sentencia de mi muerte
leyó el alcaide llorando.


Oigo un suspiro, a través
de las tierras y la mar,
y no es un suspiro, es
que mi niño va a despertar.


Si dicen que del joyero
tomé la joya  mejor,
tomo a un amigo sincero
y pongo a un lado el amor.


Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno,
y morir en su guarida
la víbora del veneno.


Yo sé bien que cuando el mundo
cede, lívido, al descanso,
sobre el silencio profundo
murmura el arrollo manso.


Yo he puesto la mano osada,
de horror y júbilo yerta,
sobre la estrella apagada
que cayó frente a mi puerta.


Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.


Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y todo, como el diamante,
antes que luz es carbón.


Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto,
y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.


Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador:
cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.



miércoles, 7 de diciembre de 2011

MORITURI no es un periódico


Después del agobio del final de los cursos del semestre se me ha vuelto a ensanchar el tiempo y he regresado a las buenas costumbres. Dormir a patas sueltas, anclado al sueño de mi esposa, volver a los sillones en penumbra de las salas de los amigos (despacito, porque del aislamiento siempre me cuesta salir) pensar en la escritura y para eso: leer. Entre los libros que tenía en espera, aunque el impaciente más bien era yo, estaba Morituri de Klaus Steinmetz.

Dice G.A. Chaves en la contratapa del libro:  “Morituri revela una inteligencia que sabe hacer arte con la emoción sin caer en manierismos ni poses. Condenada a la imaginación y a la violencia, la América que retrata Morituri es un mundo dantesco, tan lleno de color como de dolor.

Pues eso. Este es un libro que en sus poemas nos describe un mundo actual pero no separado del pasado, de lo que la historia pesa, de la densidad humana que a veces se anula tras la palabra multitud. Por eso en Morituri la relación más básica; la que existe entre dos personas o entre una persona y el escenario físico y psicológico que la contiene, sirve como vehículo para que la innumerable y compleja gama de relaciones humanas posibles, transiten del poema al lector y viceversa. Mediante el lenguaje poético, Klaus Steinmetz vuelve personas -que no mártires- a los personajes vaciados por la iteración en las notas de sucesos nacionales e internacionales de los periódicos. La imaginación, el sueño, la levedad, siguen siendo una vía, no de escape, sino de reconstitución.

Mitú, Colombia

(Él)

Que hubiese un hombre
engullido por la selva.

Que la verde catedral que es la selva
fuese una catedral
en la que tropiezan los ciegos
sin herirse.

Con una sola puerta de entrada
que se cerrase
tras la víctima.

Que las hostias fuesen esmeraldas.

Que ese hombre fuese una hostia
en la misa de los herejes,
de forajidos
que se hincan al fin.

Que la selva fuese un laberinto
sin salida
y los átomos dispersos en el aire
fuesen átomos alados
con pico
y malaria
en el pico
los átomos del aire.

Que ese hombre fuese
el alimento de la selva.

Y que esa vejación
fuese la única.

Que creyendo que escapa
se deslizase
a lo largo de la hipotenusa gástrica
de la selva.

Corriendo
como uno que escapa
o cree escapar.

Que ese hombre hubiese roto el candado
que lo aferraba al árbol
mientras sus captores
soñaban con mujeres.

Que en la noche adecuada
tibia y favorable
los secuestradores
soñasen con mulatas desnudas.

Que hubiese piedras cercanas
suaves a la mano herida
pero aptas para romper
viejos candados
devorados casi
por la selva.

Candados como viejos escorpiones.

Piedras como esmeraldas.

La gran catedral vegetal.

Que hubiese noches
en que ciertos hombres
inquebrantables
se fugasen
para fenecer libres
en el intestino de la Amazonia.

Que ese hombre corriese
y luchase
y trepase por el tronco de un gigante
y comiese de su corteza
y bebiese el caldo
en la axila de las ramas,
y devorase hormigas
y larvas de hormigas
y ranas
y ancas de rana
y gusanos
y no fuese atacado
ni mordido
por aquello que se mueve
en la eterna
y húmeda
penumbra.

Que ese hombre corriese
y una media docena
de indios mercenarios
apenas superando
sus oníricas erecciones
aceptasen lo que ya saben:
que en ese laberinto
todo se extravía
todo lo ajeno se muere
o se transforma
en musgo
en sedimento
en comida
en mierda.

Que el hombre fuese musgo.

Que se transformase en sedimento.

Que fuese comida.

Mierda.

Que ese hombre saltase sobre las raíces
esquivase los grandes pilares
de madera,
las ciudades de tarántulas,
la guarida
de algún depredador
aún no descubierto por la ciencia.

Que corriese
como si volase
como si tuviese alas en los talones
como si un magneto único
lo atrajese solo a él:
la gravedad íntima
de un planeta
que es su casa.

Como si aún tuviese fuerza
para mover
las atrofiadas
articulaciones.

Como si volase.

Y sus pies ampollados
no requiriesen
apoyar la torturada planta
en el suelo escamado.

Que los hombres volasen
y por ende
ese hombre volase.

Que volase y construyese
un hogar en el dosel
de la jungla
y se sentase junto a la hembra
y le diese lombrices
que se revuelven
ante la proximidad
de su sacrificio.

Y que esa hembra estuviese
sentada sobre sendos huevos
de colores.

Que nada lo alejase de ese nido suyo
tan alto
tan oculto
tan secreto.

Que nunca callase.

Ni fuese nunca obligado
a callar.

Que llegase esa noche.

Que pudiese librarse.

Que si no pudiese
ponerse en pie,
(quebrado
retorcido
asmático
patético
sifilítico)
se dejase resbalar
por la garganta
esmeralda.

Que un hombre fuese
una serpiente
lúbrica
inasible.

Un bicho que se desplazase
reptando
entre hongos venenosos
y pequeños mamíferos
aterrados.

Que un hombre
engullese la selva.

Que fuese su dios,
su goloso dios.

O que al menos fuese
su pene desprendido
que repta.

Que el pene desprendido de dios
penetrase
la vagina de la selva
y nunca más
hallase
la salida.

Klaus Steinmetz, Morituri, Editorial Germinal, San José, Costa Rica, 2011 (pp 61-66)