jueves, 4 de agosto de 2011

Animal huraño

A Pame, con fervor

Acostado, de pie y/o sentado,
dentro de estas paredes que guardan algo que palpita,
resido escaso, sin palabras para recibir tu muerte o la de los amigos
o cualquier muerte. Con un vendedor ambulante en el pecho
que llora cuando llega a los acantilados o cuando las ciudades
se duermen o son abandonadas por las mujeres
y los niños y los hombres porque algo terrible ha irrumpido
como un animal huraño en sus sueños.

Digo que me duele algún hueso y tiemblo de hambre
y cuando pienso en Dios solo veo su garra
agrietando el aire para inventar los recintos de su nada.

Desnudo con la verga blanda o ineficaz o triste
y el torrente de la sangre lleno de poros
y en los poros la baba de los relojes y otras máquinas
la baba de los besos y del brillo de las pantallas
la baba de 1987 o cualquiera de esos años
la baba del amor y de los que aman y tienen
mi número en su agenda telefónica y en cada dígito
un cable, una paloma de humo con mis señas
y un búnker contra la intemperie y los perros salvajes
que cría el corazón.

Coloqué un pie sobre el otro,
llené poco a poco con mis manos los bolsillos
y crecí luces negras en lo oscuro solo para verte
o para verlos en secreto,
solo para desgajarle a las voces la amapola adictiva del silencio
y tirar todas las puertas sin testigos.

Digo que equivoqué adrede el retrato hablado
que les di a los taxistas de mi casa. Los puntos de encuentro
donde me esperaste o me esperaron con el fuego y la palabra.

La palabra genérica, la que se gasta y la que se renueva;
donde mutan los paisajes abigarrados que quiero templar
sobre el papel. Un hombre joven que pone signos impronunciables
a las criaturas para olvidar cómo llamarlas y crear así la distancia
para la cacofonía de los trenes y las muchedumbres de los apeaderos.
Podría armar aquí tu nombre o sus nombres
pero están más cerca si los callo.

Y es que sabés y saben que me quedé con un dedo en el aire
la tarde que una mujer se hizo loca por no agraviar
a los que vuelven esquilmados de la lluvia;
la noche que un hombre pedía que le dijeran a sus hijos
que no le perdonaran nada, estrujándose los güevos y el corazón
para engañar al llanto.

Digo que mi fervor es hondo y anida en lo que no perdura.
Desde esas breves estaciones saludan los pañuelos del olvido,
blancos como las olas de un mar que se arrima cariñoso a las orillas.


Julio-agosto 2011

6 comentarios:

The Modesto Kid dijo...

"los recintos de su nada" es muy bueno. ¿Significa "agrietando" "splitting open"?

¿Son "los perros salvajes/ que cría el corazón" relacionados a los perros romanticos de Bolaño, pienses?

El "hombre joven que pone signos impronunciables/ a las criaturas" me recuerda de José Arcadio y Melquíades, que pusieron signos a las criaturas no para olvidar sino para acordarse.

Jenaro dijo...

hermoso

Pelele dijo...

-Jeremy
Splitting or cracking

Pertenecen a la misma especie, pero son razas distintas, jaja.

Thanks.

-Jenaro
Gracias por las lecturas previas!

Unknown dijo...

Me encanta este tipo de poesía. Descaradamente urbana y cotidiana. Muy mi estilo.

Pelele dijo...

Gracias Jill

Filisteo dijo...

bravo. La tercera estrofa es un poco como esquilar un chihuaha.