Es jueves. Cuando
desperté
el viento propagaba un
aroma seco en los barrios
y en las ventanas
aparecía el mundo cicatrizando
bajo una franja azul
de cielo.
-Marzo. Piso un error
tectónico
un albur de los
volcanes.
Esta ciudad que
malvive de las mensualidades del olvido- pensé.
La inmovilidad nos
está vedada
aunque a veces el
espíritu parezca de piedra:
recuerdo la hormiga
negra de Cortázar
paseándose por una
corbata amarilla:
qué solemne cuenta su
chiste a los que esperan
un aguacero improbable
que refresque la siesta de esta tarde.
O tal vez visite a
Carlos y Andrea
y les lleve un fruto
seco, un humo.
Y hablemos de las
parvadas de aves migratorias
que ornamentan el
infortunio de los países democráticos.
Es una exageración,
pero la ley antitabaco
ha institucionalizado
el desamparo de los solitarios y los tristes
que ahora deambulan
desorientados por las avenidas de este valle.
Invento un nombre para
ustedes antes de volver a cerrar la puerta.
Todo en la casa está quieto.
No, no y no –digo sin escucharme mientras me dirijo al
cuarto.
Marzo 2012