viernes, 9 de agosto de 2013

Por Irazú, una casa

I
Las estrellas, que bajan con ríos y quebradas,
se nos escapan de los dedos y del monedero como agua.
Así no hay quién pague las cuentas
ni quién cuente las monedas.

II
Tiene una fuga el cenicero,
un vasito de cartón con agua de botella.
Habrá sido la agonía del fuego -ese gritito-
que le partió las fibras.

III
Verde el verde, y plomizo todo el gris.
Las niñas juegan, se ríen en el piso;
las mujeres aguardan -minutos adelante-
volver sin un rasguño, al tamaño de sus cuerpos.

IV
No dormíamos.
Lo sé porque oí al viento buscar impaciente
formas en los oscuro. Tal vez eso sueñen las vacas,
pero no nosotros.
Nosotros no dormíamos.

V
Tantas veces lo juramos
que acabó por no hacer caso;
insensible al whisky y al sartén eléctrico,
al té de menta y la conversación,
el frío gobierna
como un silencio que callan los volcanes.

VI
Los escalones,
huraños y angulosos en la noche,
suben a la mañana en la que ella aún no despierta,
está a punto.

VII
No fregués,
en esta casa
todavía no muere nadie.

2 comentarios:

The Modesto Kid dijo...

No eres de ninguna parte mientras no tengas ningunos muertos bajo la tierra.

Lola Mena dijo...

"Así no hay quién pague las cuentas
ni quién cuente las monedas."; Notableeeee!!!!!