miércoles, 20 de mayo de 2009

El loco




I
Nada te pertenece
por eso guardas todo bajo llave

II
Ese día pensé
que podrías ser una hija de Dios
así empecé a ignorarte desde mi silla giratoria
y a soñar con animales
que nada ocultaban en sus ojos

III
No se ha muerto nuestra madre
sólo respira en invisible
yacida con dos piedras en los ojos
que le impiden ver el baile de sus hijos
el grito el sueño de sus hijos
la pena
el baile de sus hijos

IV
Me gusta más pensar
que no hemos muerto
que esta casa es tu casa
y que los desiertos han crecido en otra parte

que tu nombre aún se pronuncia con palabras
recogidas en los alrededores de la silla giratoria
que tus hijos son mis hijos
entrenados para no hablar con extraños
ni visitar tumbas

V
Recuerdo un sexo rojo
expuesto profundo
y una lluvia de metales en mayo
que destiempaba en los techos
no era música ese sexo
que encriptada cada verbo
y que recuerdo rodeado de desiertos
pero no era un oasis
era rojo

VI
No nos murámonos
el loco trajo un lápiz con tripa de carbón
que no alcanza para todos
pero pinta

¿cómo poner de cabeza
las cabezas
y las manos de puntillas?

sólo con ese lápiz

VII
Encontré un fósforo en la mesa del café
y no quise encenderlo
los minutos que te precedieron
llegaron con despiste

al cabo eras vos
extendiendo un catálogo de tu día
pero nada quise comprar
y me marché

qué triste quedó el fósforo
con su cabeza bien peinadita.

2 comentarios:

Jenaro dijo...

Me parece que acá hay algo muy valioso. No es, precisamente, esa manera en la que se entretejen las tramas ni la figura de esa "silla giratoria". Se dijera que es casi la burocrática evocación de un barbero-cirujano de la Edad Media. Acaso un yo lírico transfigurado en loco, en un proscrito huérfano que deambula y que llora por las calles sucias como el farol donde se colgaban los mendigos de Mallarmé.

Marga dijo...

Que nostalgia...