El niño filipino Badong* cree
que es tristísima la marea que erosiona
los muros de esa casa nueva e inacabada donde él
ha imaginado con su hermano papeles tapiz
y aromas en volutas de cocido.
Es tristísimo –piensa- que su madre
cepille el cabello de una niña que no sabe decir
bike en tagalo
-bi-ci-cle-ta- repite alegre la niña
que Badong imagina suave como pan fresco,
radiante como huevo frito.
¡Ay, Badong! Le dice su madre por teléfono
y Badong llora tratando de imaginar
los ascensores que bajan y que suben
en ciudades que se llaman
Bigapple
o
Neversleeps.
Badong es bueno y triste
por eso aprendió a maravillarse con el fuego
viéndolo enrojecer las maderas bajo
los ollones de caldo y verdura
hasta convertirlas en un tizne negro
que usa para escribir palabras como
Queens o
Brooklyn o
Subway en el muro
más gastado de la casa nueva.
*de la película Mammoth