viernes, 24 de diciembre de 2010

¿Donde sueña Rebeca?

La otra noche Rebeca y su novio nos invitaron a cenar. Pero pobre Rebe, luego de darnos de comer y hacer la foto oficial, tuvo que irse a dormir porque los párpados empezaron a pesarle siete kilos cada uno, aparentemente producto de una extraña combinación de pastillas y vino argentino. Luego de besar a su novio nos dejó como en nuestra casa y desapareció tras una puerta. Por eso estos versitos

Donde duerme Rebeca la gente sueña
y los soles se fríen en las sartenes
y los pájaros se enlistan para rehenes
y el Dueño enciende velas para la Dueña.

Donde duerme Rebeca pan y laureles,
estatuas de humo que el viento absuelve,
nudo que se confunde si se resuelve,
verso que grita en mudo: ¡tinta y papeles!

Donde duerme Rebeca Pamela-pame
y eduardea-Eduardo por los infames
y enfabiana-Fabi el hilo en la rueca

y Penélope espera y Hamlet se muere
y la rosa roza y la espina hiere
y el día se acerca donde Rebeca-beca

22-23 dic 2010

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Marble birds


Kishin Shinoyama

Este poema en principio está incompleto y sin embargo, está terminado. Me explico: ayer o antier se lo mandé vía mail a mi primastro Fabián Coto después de pasar la tarde tratando de terminar lo empezado. Se lo envié con la siguiente nota: Te invito a que terminés este poema que bien podría titularse "el determinismo climático en la poesía" jajaja. Podés amputarle todo lo que considerés amputable... Claro, si te dan ganas, sino decime nomás que te parece. Abrazos. A vuelta de correo el Fabi me lo devolvió con una pregunta: ¿Qué le hace falta? sugiriéndome solamente ante la irregularidad en la puntuación entre la primera estrofa y las otras, que me abstuviera de ésta -cosa que hice-. La pregunta de Fabíán era la pregunta obvia, cómo demonios iba a saber él que le faltaba al poema, digo, si yo tampoco lo sabía, puesto que no había podido terminarlo. Más allá de cuestiones formales qué se le puede agregar o quitar a un poema "ajeno", pues nada, uno los lee y se aburre o los disfruta, punto. Cada herrero que afile su cuchillo de palo, ¿no? ¿Es posible y placentera la escritura colectiva? yo creo que sí, pero su empeño no puede ser de individualidades y ya ahí la cosa se complica.

¿Qué le hacía falta al poema? pues no sé, pero yo sentía -y siento- que algo se me quedaba -y queda- por agregarle. Aunque ciertamente hoy quise "terminarlo", cambiando palabras, adjetivos, sumándole algunos versos que le quedaron mal, como guindando o superpuestos, como si ese cuerpo al que yo creía -y creo- le faltaba un brazo o una pierna lo que yo le estaba dando eran prótesis. Al final desistí y lo dejé tal cual, así manco o cojo o tuerto, quizá así era el poema, la poesía.

Marble birds

Esto que escribo que se mueve
no se mueve
quizá se movió alguna vez
o se moverá
pero no se mueve ahora
aunque yo lo escriba
o lo lea alguien en lo que hoy
acomoda llamar futuro
y sea tan inútil llamarlo así

así se han demorado las tardes largas
incandescentes como las muertes de los astros o
los dioses pobres de los pobres
y como ellas
han traído y traen el frío y el viento y las miradas
que se posan como aves migratorias de mármol sobre un penacho de ciudad

algunos dirán que desde ahí avizoran un fruto rojo
una cálida abundancia
algunos dirán eso de mis pájaros de mármol
y sus ojos falsos

por lo demás los vendavales siguen aproximando
el aliento afilado de nieves remotas

Kishin Shinoyama

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Estímulos

Richard Avedon


Imaginate el silencio.
Una habitación con hilos de humo
de los que cuelgan la boca o las manos
y una cortina que se infla desde fuera,
(un humo sin plegarias,
una cortina con ventana)
Especulás entonces que no has muerto.

Imaginate un acecho continuado de felinos ubicuos
relamiéndose el sigilo.

Tal vez para figurarte el silencio pensés en un avión lejano
un vuelo transoceánico donde las aeromozas
son pálidas y hablan sin mover el mentón
y sin memorizar los rostros de los que duermen
y sueñan sus sueños pírricos y anónimos.

Quizá los que sueñan suponen el cielo errante
o su reflejo mutilado conducido por los ríos hacia un abrazo de sal.
       El Amazonas con su cielo turbio de rastros de pies
       el Congo con su cielo turbio de piezas dentales y brazos
       el Misisipi con su cielo turbio de lamentos y lenguas
       el Bravo con su cielo turbio de vulvas y escrotos
       el Ganges con su cielo turbio de saliva y estómagos
       y así. Quizá en el intersticio del párpado alguno de los que sueña
confunda la aeromoza con una enfermera y le dicte
un número telefónico o las primeras sílabas
de una palabra que creía haber olvidado.

Quizá pensés que el dibujo del silencio
sea un cetáceo colosal que aprende a morir de viejo
y de tristeza en lo profundo del gran ojo
o las aguas que lo mecen y lo enfrían,
tal vez podás imaginarte todas las moscas del milenio
o del siglo o de la hora fingiendo dormir y agavilladas
sobre una pared o una columna o un elefante de piedra ennegrecidos
y tal vez querás descifrar cuál será la que desate el vuelo
multitudinario que te confirme que el silencio es indecible o que
ese era el ruido que te molestaba cuando leías un libro que hablaba
de una mujer sabia y vieja y pastora que llevaba sus rebaños
a morir de sed y de locura a un desierto.

Quizás para escenificarte el silencio
recordés un avanzar de neblina entre los faros
o una lluvia de tergal como un mantra sobre el cinc,
y bajo el cinc una habitación con hilos de humo
y el silencio sea un llover cernido de siglos que se empoza
para que bestias y hombres abreven.