Man Ray
Anoche soñé con vos, más bien con tu papá;era un señor alto de sombrero.
Yo estaba en un lugar que me recordaba
el silencio de un pájaro que duerme
o de un motor echado a perder
y él llegaba con el ceño largo de los niños
cuando se hacen viejos
o de un dios en bancarrota
que apiló mañanas minuciosamente
para descubrir que no todo lo que brilla es oro;
traía en sus manos una botella verde
y el dolor analgésico que da tocar las cosas del mundo.
Hablaba con afán del vientre paterno del mar,
de las tierras indómitas e inéditas que empiezan en lo oscuro
y en cada una de las letras de la palabra desesperación;
hablaba del sabor aceitunado de los pechos
de una mujer que nunca envejeció pero tuvo muchas hijas
con pezones de aceituna;
del desconcierto que le produce la ventana en una fotografía
en la que hay un tazón lleno de frutas sobre el piso
de la sala de una casa vacía;
o más bien la luz que entra por la ventana
como un ángel verde de basalto,
un ángel sólido y parco de la anunciación.
Me servía en una copa y tomaba de la boca de la botella.
No se acordaba de vos,
pero decía gozoso que sus hijos se parecían a la vibración
de los paisajes por donde pasan los trenes
o a las jaurías de perros que ladran desde el horizonte
y atizan el corazón de los caminantes.
Creo que anochecía, porque un quinqué discreto
parecía volverle cenizas los ojos y el bigote.
A mí me angustiaban las ganas de orinar,
pensaba en mi vestido ensombreciéndose,
volviéndose pesado;
me llevaba las manos a la cara y no era morirse
pero era como no estar viva.
mayo-junio 2011