“beso que rueda en la sombra,
beso que viene rodando”
Miguel Hernández
Yo sé que me amarillo con el humo y que tengo el sarro de las horas y los libros en lo dientes. Sin embargo, descubro los desvíos a tu rostro cuando te soleás la boca, igual que alguien que viene de la noche cargando el día como un farol.
La vida y el amor son dos palabras ordinarias, dos renglones aprendidos y tachados en los pasillos de una escuela. Yo quiero darte una flor cuando estoy triste pero no hay nada más difícil.
A veces esculpo de memoria un grillo en el silencio mientras dormís, a veces cuando estás apunto de despertar y ya hay una raya en el cielo la noche muestra su borde y es como una cobija que puedo extender para lo dos. A veces me quito el nombre y te acompaño así, anónimo, con el rostro en blanco.
beso que viene rodando”
Miguel Hernández
Yo sé que me amarillo con el humo y que tengo el sarro de las horas y los libros en lo dientes. Sin embargo, descubro los desvíos a tu rostro cuando te soleás la boca, igual que alguien que viene de la noche cargando el día como un farol.
La vida y el amor son dos palabras ordinarias, dos renglones aprendidos y tachados en los pasillos de una escuela. Yo quiero darte una flor cuando estoy triste pero no hay nada más difícil.
A veces esculpo de memoria un grillo en el silencio mientras dormís, a veces cuando estás apunto de despertar y ya hay una raya en el cielo la noche muestra su borde y es como una cobija que puedo extender para lo dos. A veces me quito el nombre y te acompaño así, anónimo, con el rostro en blanco.
2 comentarios:
Tardé en comentar porque este merecía algo más que el piropucho de rigor o el reproche (que de cualquier modo es un elogio disfrazado, según Dale Carnegie). Los lugares comunes no obstan a la belleza (o a lo que sea que se le parezca) y este texto es un buen ejemplo. Están los semáforos, el humo, el sonido del claxón y todas esas imagenes citadinas comunes, acaso oculares o testimoniales, que se articulan con una percepción romántica de la cotidianeidad, la cual, en este texto adquiere una jerarquía capital inusitada. Creo que al fin de cuentas es eso: se observa una rigurosidad pictórica en la configuración de un mundo lleno de adorables colillas de cigarro y ropa tendida. Y se dijera que el autor las pinta con un manual de Teoría del Color al lado, o quizás bebiendo un whisky con Piet Mondrian.
Me gustó en puta
muchas gracias. Es cierto lo de los lugares comunes. Cuando escribo para pame la concatenación de palabras me sale así, en un registro suave, donde la literatura apenas y se siente, no sé. A piet mondrian lo considero un puritano, por eso cuando viene a casa, sí que bebemos whisky. Lo sirvo en vasos verdes no más por molestar.
Publicar un comentario