miércoles, 3 de junio de 2009

El loco

VIII
De querer quererte me salen sombras
y muñones en los hijos

se me avidria el agua de los bebederos
de querer quererte
rompo todas las promesas
para que vuelto del revés
tu corazón por fin me quiera
y yo ya no quererte
ya no querer quererte
y emprender at last
mi carnaval de lisiados
y de tragasables sedientos
en los semáforos

XIX

En esta silla que gira
ha puesto sus satélites de polvo
sus páginas de referencia
para la furia y la belleza
su consulta al maniquí

y lo siente cuando está de espaldas
siente como lo desmira
con sus ojos de caucho o poliuretano
con palpitaciones huecas
el maniquí-no muerto
que lo desmira
siente como

X
Ya no reconfortan el silencio
ni la desnudez

hay osadías simples
como tocarte
buscar lo húmedo y lamer los sedimentos de sal
algo gruñe desde las lejanías del televisor
aúllo en una lengua que desconozco
dentro de lo que parece ser una caverna

XI
Todos los maniquíes del bulevar
no se parecen a vos

es como caminar entre lo inmóvil
cuando me traes a la ciudad

y vos de tu mano me cavas
me cavas los pasos
me cavas los ojos que desmiran
o que miran para dentro y ven escaparates oscuros
donde los sueños de los maniquíes son roídos
o soñados o no vistos

hablaba de tu mano
que es tibia
y me cava los pasos cuando vengo a la ciudad
donde todos no se mueven como vos
cuando te encierras en el cuarto
porque gira y gira
el maniquí en la silla

3 comentarios:

Jenaro dijo...

Esta serie pareciera una arqueología (no confesa) de la vieja metáfora del loco enamorado del maniquí. La presumo presente primeramente en Chesterton: en un pasaje de "El hombre que fue jueves". Me gusta mucho

Marga dijo...

Sigue creciendo El loco... que bueno porque sigue gustando

Pelele dijo...

nada de amores con maniquíes, el maniquí más bien quiere ser un espejo o un revólver.