martes, 29 de abril de 2008
Literaria (se va el tren)
“Vida y otras cuestiones…
¿acaso la ronda de nunca y de siempre
sea que percibo o que sueño las sombras
que animan el mundo latente?”Silvio Rodriguez
Una imagen poética sin duda.
Este Quino, más allá de la sonrisita ladeada, más allá del desconcierto, de la angustia, la nostalgia o el terror que nos pueda provocar, nos remite al reino de lo imposible, no de lo absurdo que sería más fácil irse por ese trecho; lo que le da fuerza dramática, por llamarlo de alguna forma, es que estamos ante un imposible que con absoluta gravedad (por eso también mueve a risa) está siendo puesto en entredicho.
Uno puede pensar que el tipo este del bombín es un desquiciado, que es un charlatán, un alienado o simplemente un pobre diablo. Nada de eso importa: hay un hombre esperando, largando los ojos al horizonte con la esperanza de atisbar al menos el humo de eso que espera, que supone que se acerca, es decir, lo imposible está en entredicho. Pues eso, o algo muy parecido es la poesía.
Desequilibrando el lenguaje, que ya sabemos no alcanza para aprehender “lo real”, es decir, no alcanza para hacer que pase el tren, aunque sea la herramienta más eficaz que ha producido el hombre por su sofisticada capacidad de abstracción (por eso hablo de poesía y no de pintura o música cuyos lenguajes usan otros vehículos más tortuosos aunque no menos bellos,) para tales afanes; desequilibrando el lenguaje, mutándolo, equivocándolo, es como la poesía se aproxima a lo que sentimos, nos aproxima más y mejor a lo que sentimos (Ojo que estos sentimientos también pueden ser falsos digamos en sus causas, no así en su manifestación, pero no estamos haciendo psicoanálisis)
Nietzche, que era un señor que siempre tenía fiebre, sitúa el origen del lenguaje en el instinto, ya que supone que a todo pensamiento debe necesariamente precederle un lenguaje que lo permita. Entonces el germen de los lenguajes tendría un disparador “inconciente”, no racional, la razón es posterior al lenguaje. Pues bien, es en el universo de lo irracional donde hacen su órbita los sentimientos y es ahí donde sólo pueden darnos mentiras las palabras que se usan para las necesidades inmediatas: pedir un paquete de Derby al pulpero o demostrar que Costa Rica fue un sueño teórico de los liberales de fines del XIX y principios del XX o apuntar que la poesía es la vara más larga que tiene el lenguaje para acercarnos a expresar la posibilidad de lo imposible (los sentimientos y su realidad).
Pareciera que estoy haciendo una división entre un lenguaje poético y otro digamos común, pero la intención no es esa, al fin y al cabo los dos se construyen con palabras y son aguas de una misma pajilla. Por otro lado la poesía no es un asunto de iniciados ¡no hay seres más ordinarios que los poetas! Cuando Federico dice que las palabras están condenadas a mentirnos, la “mentira” es una categoría extramoral que para nada vicia las utilidades del lenguaje para la vida cotidiana, la educación, en fin la comunicación. Lo que sí creo es que en la poesía se logra una comunicación o conversación interna, a veces desde la alucinación y lo abigarrado, a veces desde lo diáfano y calmo. Los poetas propician eso en la humanidad y ese es su valor, no es una comunicación entre poeta y lector, que no es que sea imposible sino ingenuo esperar que suceda, sino una comunicación de la persona enfrentada al poema consigo misma y más aún con el lenguaje que le posibilita la vida, porque el poeta, después de escritos, también se somete a sus poemas.
Se ha dicho que ya todo está escrito. Borges tiene contabilizadas una docena de metáforas “esenciales” desde las que se dan una cantidad limitada de variaciones, lo demás, dice, pueden ser hallazgos meramente asombrosos, pero el asombro sólo dura un instante. Sin embargo yo creo que un instante ya es bastante. El lenguaje como máquina tendrá un funcionamiento básico, pero los sentires, que son historia y capricho, no.
A un amigo mío le gusta mucho una canción de Silvio Rodriguez que dice:
Los caldeos, los asirios, la Roma del poder
Supieron resumir mejor;
Los helenos, los egipcios, los hijos de Israel,
Ya estaban conversando del amor…
Después se pregunta Silvio: “¿Qué te podría decir desde hoy?”; yo no sé que le podría decir desde hoy a la muchacha, lo cierto es que el fulano, a pesar de esa duda retórica, escribe la canción.
Pues bien, ese es el imposible al que aspira la poesía: ¿Cómo le digo a esta mujer que la amo sin que suene nada más como que la amo? ¿Cómo mandar a la remierda a los Oscar Arias, sin que suene como que simplemente los estoy mandando a la remierda? Es decir, no es cierto que sintamos como se sintió hace cuatro mil años o dos mil años, no es cierto que sintamos como siente el vecino; pero el lenguaje no nos permite la particularidad, a menos que hagamos aburridísimos arabescos teóricos, o pongamos una nota al pie de cada palabra, y al carajo la abstracción del lenguaje y aún así, no podríamos decir lo que queremos decir.
Bueno, esa es precisamente la imposibilidad que con la poesía se pone en entredicho, a través del lenguaje quiere salirse de él. La poesía: ese tren que no pasa, que quizá nunca pase, que no va a pasar; ese tipo esperando, con su maletita llena de cosas que intuimos.
Besarles la boca
“soy un inmigrante del mundo mundial,
Indocumentado, un ser espacial”
Perrozompopo
Ponerles el rostro a las personas
Lavarles los pies
Y peinarles el cabello
Preguntarles qué muerte las seduce
Cuántas veces traficaron el silencio
Qué brillos nimban su deseo
Cuál visión les humea en el café
De qué planeta bajaron sus muertos
Por cuál suburbio suben al zapato
Qué extensión marcan para hablar con dios
Cuántas velas incendian sus ojos
En qué sitio blando cultivan el olvido
Cuál hombre los delata cuál mujer
Por dónde les crece el ombligo
Cuántos dedos hacen falta
Para enumerar los aniversarios de la nostalgia
Por cuál mapa se pierden en la noche.
Abstracciones de verano
Manchón de nicotina, angustia que celebra,
Ventana que se quiebra al roce de cortina.
Monedas en el piso, intrigas en los cines,
Caín de los caínes del nuevo paraíso.
Bípedo homo-business, estrella de tungsteno,
Esencia de veneno en la pila de los cisnes.
Marcha de afroditas, ceniza en los manteles,
Abel de los abeles de falsos edenitas.
Éxodo de abriles, pastel de despedida,
Contento de suicida leyendo en los atriles.
Museo de Bagdades, poltrona en el olvido,
El siglo detenido se instala en las ciudades.
Los valles de Vallejo, los nietos de Comala,
Los muertos en la sala de espera del espejo.
Romance de la Gentil Dama y el Rústico Pastor
-Pastor que estás en el campo
De amores tan descuidado,
Escuchad una gentil dama
Que por ti se ha desvelado.
-Conmigo no habéis hablado
-Respondió el villano vil-
Tengo el ganado en la sierra,
Con mi ganadico me voy a ir.
-Pastor que estás avezado
A dormir en la retama,
Si te casaras conmigo
Tendrías placentera cama.
-Vete a otra puerta y llama
-Respondió el villano vil-
Tengo el ganado en la sierra,
Con mi ganadico voy a dormir.
-Más es que la de la nieve
De mi cuerpo la blancura,
Rostro de leche y coral,
Delgadica en la cintura.
-Mucho bueno poco dura
-Respondió el villano vil-
Tengo el ganado en la sierra,
Con mi ganadico voy a dormir
-El cuello tengo de garza,
Labios dulces como la miel,
Las teticas agudicas
Que el brial quieren romper.
-No me puedes detener
Por más que tengas ahí,
Tengo el ganado en la sierra
Con mi ganadico me quiero ir.
-Amalaya el vil pastor
Que Dama Gentil lo ame
Y lo requiebre de amores
Y él se vaya aunque lo llame.
-El buey suelto bien se lame
-Respondió el villano vil-
Y por mas que me dijeres
Con mi ganadico voy a dormir,
Y por más que me dijeres
Con mi ganadico voy a dormir.
Joaquín Sabina
viernes, 25 de abril de 2008
Creíste ver tu rostro en el agua
Creíste ver tu rostro en el agua,
Desembarcar en costas de verde y hielo,
Pisar con los caballos
Las arenas de algún astro viejo,
Revolver los cielos con fuegos nocturnos.
Creíste
Soñar los muros de barro
Y los mausoleos erosionados
Creíste
Esculpir las almas en el bronce y las maderas,
Crecer espigas de sol,
Calzar puntas de rayo en tus lanzas
Creíste ver tu sombra creciendo a tus pies,
Escuchar a los niños repetir tu nombre en sus cánticos,
Desnudar la muerte
En los lienzos y las aulas.
Creíste
Embotellar las galaxias en el transistor
Y venderlas en los souvenir shops.
Creíste darle vida a los espejos
Mudando de sombrero de siglo en siglo
Creíste que los animales acudirían a su nombre,
Que las avenidas llegarían al mar.
Creíste despertar esta mañana
Con un despertador que te enfriaba la entrepierna
Y un periódico deshojando en el jardín.
Estación La California o Las Siete hormigas (sueño)
A Pame
A veces ella saca una sombrilla de su bolso; entonces llueve. La Estación La Fornicalia existe en alguna tarde en San José que pendula inventando segundos y cuadrantes. Nosotros, bajo el techito ambulante que recoge la lluvia, salimos a buscarla. Si la hallamos, una casona vieja nos recibe entre sus pasillos llenos de puertas.
-Hay que repetirse, repetirnos siempre aquí como esas puertas -dice sin verbos, soltándose el pelo frente a un espejo que la repite en alguno de los cuartos. La ventana, abierta al barullo de la ciudad, comprueba las bondades del refugio.
-No hay deleite en el cigarrillo si se piensa en él. Yo no pienso en vos -me dice- cuando estamos aquí, pienso en cosas que no conozco, que aún no existen. Algunos animales nacen de esta forma, algunas máquinas también. Los libros son mentira. Pero sólo esta puede preñar la realidad de nuevos seres.
El cuarto es pequeño, sin embargo estamos en la parte ancha del embudo.
-Acá estaremos bien porque no estamos, como cuando se parpadea. La inconciencia tiene las esencias del perfume. En la gaveta de la cómoda hay un mapa; no la abrás.
A la Estación La Fornicalia se llega en cualquier momento, pero sobre todo en bus. El péndulo se mueve fijo desde el punto. El punto tiene la virtud de lo posible más allá de lo Cierto.
-Mirá cómo desnudo sos más bello, menos vos, más eso que no tiene nombres y llamás tornillo o felino o cortina, amordazándolo. Mi mano no es mi mano y te toca; imaginaria como el punto.
Una hormiga baja por la pared tras otra hormiga que anda tras otra hormiga que a su vez sigue a otra hormiga que sigue a otra seguida por otras dos.
-El niño, que es observado por vos, las observa seriamente y luego las aplasta con el índice. Ya aprenderá (pobre) a ignorarlas. Mientras tanto, aplastá las hormigas que me hurgan bajo el vientre.
Una única vez seguimos viniendo a la Estación de La Fornicalia. Ella trae un telescopio que extiende desde la cama a la veladora para colgar la sombrilla y verla llover; yo, una baraja, que usamos para explorar las posibilidades del azar jugando Tonto.
A veces ella saca una sombrilla de su bolso; entonces llueve. La Estación La Fornicalia existe en alguna tarde en San José que pendula inventando segundos y cuadrantes. Nosotros, bajo el techito ambulante que recoge la lluvia, salimos a buscarla. Si la hallamos, una casona vieja nos recibe entre sus pasillos llenos de puertas.
-Hay que repetirse, repetirnos siempre aquí como esas puertas -dice sin verbos, soltándose el pelo frente a un espejo que la repite en alguno de los cuartos. La ventana, abierta al barullo de la ciudad, comprueba las bondades del refugio.
-No hay deleite en el cigarrillo si se piensa en él. Yo no pienso en vos -me dice- cuando estamos aquí, pienso en cosas que no conozco, que aún no existen. Algunos animales nacen de esta forma, algunas máquinas también. Los libros son mentira. Pero sólo esta puede preñar la realidad de nuevos seres.
El cuarto es pequeño, sin embargo estamos en la parte ancha del embudo.
-Acá estaremos bien porque no estamos, como cuando se parpadea. La inconciencia tiene las esencias del perfume. En la gaveta de la cómoda hay un mapa; no la abrás.
A la Estación La Fornicalia se llega en cualquier momento, pero sobre todo en bus. El péndulo se mueve fijo desde el punto. El punto tiene la virtud de lo posible más allá de lo Cierto.
-Mirá cómo desnudo sos más bello, menos vos, más eso que no tiene nombres y llamás tornillo o felino o cortina, amordazándolo. Mi mano no es mi mano y te toca; imaginaria como el punto.
Una hormiga baja por la pared tras otra hormiga que anda tras otra hormiga que a su vez sigue a otra hormiga que sigue a otra seguida por otras dos.
-El niño, que es observado por vos, las observa seriamente y luego las aplasta con el índice. Ya aprenderá (pobre) a ignorarlas. Mientras tanto, aplastá las hormigas que me hurgan bajo el vientre.
Una única vez seguimos viniendo a la Estación de La Fornicalia. Ella trae un telescopio que extiende desde la cama a la veladora para colgar la sombrilla y verla llover; yo, una baraja, que usamos para explorar las posibilidades del azar jugando Tonto.
Whoo-ah!
… A tail is in the tail. Hah!
Oh, but I still smell her…
Women! What could you say? Who made’em?
God must have been a fucking genius.
The hair… they say the hair is everything, you know.
Have you ever buried your nose in a mountain of curls and just wanted to go to sleep forever?
Or... lips, and when they touched yours were like the first swallow of wine after you just crossed the desert.
Tits! Whoo-ah!
Big ones, little ones, nipples staring right out at ya, like secret searchlights. Mmm!
And legs… I don’t care if they are greek columns or second hand Steinways; what`s between’em…passport to heaven…
I need a drink.
Yes, Mr. Simms, there’s only two syllables in this whole wide world worth hearing:
Pussy.
Lieutenant Colonel Frank Slade
miércoles, 16 de abril de 2008
Filias y fobias (american way)
Todos en casa sabíamos que se aproximaba inminente. Sabíamos que ese día iba a llegar con su caja de Pandora bajando por las paredes como los germanos en desbandada; pero estábamos preparados, nadie vio nunca una familia más eficiente y organizada que la nuestra. Por supuesto no las provocábamos y evitábamos cualquier contacto frontal con ellas. ¡Qué ilusos!
La medida de contingencia inmediata consistió en deshacernos de todas y cada una de las plantas ornamentales dentro y fuera de la casa. Por supuesto Shannon, mi esposa, fue la más afectada; estaba tan encariñada con sus hortensias y sus geranios, sin embargo, descubrió que le quedaba más tiempo libre para probarse sombreros y pintarse y despintarse las cejas, así que al cabo de los días encontró ventajas en el asunto.
Sin plantas en la casa las despojamos de cualquier chance de camuflaje y hábitat doméstico, lo que resultó, muy a pesar de mi orgullo de estratega, insuficiente y contra producente: una mañana Nick, el menor, alcanzó a ver la cola de una de ellas escabulléndose por una hendija del cieloraso cuando se despertaba, además, descubrió en la almohada sus excrementos diminutos e indeseables, ridículos y ofensivos, probablemente la escurridiza andaba en una misión de reconocimiento con el objeto de apoderarse de su habitación ahora que no tenían donde esconderse. Por más que insistimos (el trance fue traumático para Nick), no lo pudimos convencer de que se instalara en ese frente a contener la avanzada. Se pasó a dormir con Nick, el mayor, y estuvo tres meses en tratamiento con el Dr. Freeman, psicoanalista de la familia. En un acto heroico Nick, el del medio, que siempre fue el más aguerrido, y yo, amputamos la habitación de la casa, la desmantelamos sistemáticamente, quemamos la cama y la ropa junto con los restos del techo y las paredes. Ni señal de ellas. Animal más astuto no hay.
Ante la alarma general de los vecinos, que no comprendían por qué demolimos ciertos sectores de la casa, por qué quemamos los libros y tiramos a la calle la lavadora y el secador (ya habían avanzado por el este hasta el cuarto de pilas y por el sur hasta la biblioteca), Nick, el mayor, que siempre fue el más conciliador, tuvo la idea de realizar una campaña de información para prevenir al vecindario del peligro en que nos encontrábamos y así, procurar su apoyo en una lucha común contra esos detestables bichos trepadores. Un domingo, después del culto, los tres hermanos se dedicaron a repartir volantes casa por casa explicando la situación. La respuesta no fue la esperada: la señora de Alfaro no volvió los martes a jugar a la baraja con Shannon, don Fernando, el del almacén, me cerró el crédito, a los dos menores no había quién les pasara un balón en los partidos de los sábados y al mayor, le prohibieron visitar a Shannon, su novia.
Ni la burla ni la indiferencia nos desalentó, todo lo contrario. La familia entera se inscribió en un curso por correo de control de plagas que duró seis meses. Para cuando nos llegó el certificado de participación ya habíamos perdido la sala de estar, la cocina y el cuarto de baño, sin embargo no reculamos, ese mismo día empezamos a fabricar pesticidas caseros y toda clase de venenos que rociamos fervorosamente alrededor de la casa y en los muros exteriores (menos Nick, el menor, que es alérgico a todo tipo de cosas). Esa noche nos fuimos a dormir contentísimos.
A la mañana siguiente nos levantamos ansiosos, esperando ver decenas de cuerpecitos, inertes unos, y convulsionando otros, para declarar al fin la victoria definitiva. Cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que en vez del épico escenario que imaginábamos, nos esperaban la policía, doña Aura, que fue la que puso la denuncia porque dizque le envenenamos el gato y el Dr. Freeman (maldito traidor) con cuatro de sus enfermeros, a la entrada principal de la casa, ahora reducida únicamente al dormitorio matrimonial, donde, aunque estrujados, estábamos tranquilos Shannon, Nick, Nick, Nick y yo.
No atendieron a nuestras razones. Es cierto que teníamos varios meses sin asearnos, es cierto que en los caños habían dos o tres perros muertos, pero también es cierto que Alonsito, el menor de doña Aura (y de esto nos dimos cuenta hasta que los oficiales nos introducían en la patrulla), tenía uno de esos animalejos en el hombro desde donde nos miraba con sus ojos agudos y malignos.
La medida de contingencia inmediata consistió en deshacernos de todas y cada una de las plantas ornamentales dentro y fuera de la casa. Por supuesto Shannon, mi esposa, fue la más afectada; estaba tan encariñada con sus hortensias y sus geranios, sin embargo, descubrió que le quedaba más tiempo libre para probarse sombreros y pintarse y despintarse las cejas, así que al cabo de los días encontró ventajas en el asunto.
Sin plantas en la casa las despojamos de cualquier chance de camuflaje y hábitat doméstico, lo que resultó, muy a pesar de mi orgullo de estratega, insuficiente y contra producente: una mañana Nick, el menor, alcanzó a ver la cola de una de ellas escabulléndose por una hendija del cieloraso cuando se despertaba, además, descubrió en la almohada sus excrementos diminutos e indeseables, ridículos y ofensivos, probablemente la escurridiza andaba en una misión de reconocimiento con el objeto de apoderarse de su habitación ahora que no tenían donde esconderse. Por más que insistimos (el trance fue traumático para Nick), no lo pudimos convencer de que se instalara en ese frente a contener la avanzada. Se pasó a dormir con Nick, el mayor, y estuvo tres meses en tratamiento con el Dr. Freeman, psicoanalista de la familia. En un acto heroico Nick, el del medio, que siempre fue el más aguerrido, y yo, amputamos la habitación de la casa, la desmantelamos sistemáticamente, quemamos la cama y la ropa junto con los restos del techo y las paredes. Ni señal de ellas. Animal más astuto no hay.
Ante la alarma general de los vecinos, que no comprendían por qué demolimos ciertos sectores de la casa, por qué quemamos los libros y tiramos a la calle la lavadora y el secador (ya habían avanzado por el este hasta el cuarto de pilas y por el sur hasta la biblioteca), Nick, el mayor, que siempre fue el más conciliador, tuvo la idea de realizar una campaña de información para prevenir al vecindario del peligro en que nos encontrábamos y así, procurar su apoyo en una lucha común contra esos detestables bichos trepadores. Un domingo, después del culto, los tres hermanos se dedicaron a repartir volantes casa por casa explicando la situación. La respuesta no fue la esperada: la señora de Alfaro no volvió los martes a jugar a la baraja con Shannon, don Fernando, el del almacén, me cerró el crédito, a los dos menores no había quién les pasara un balón en los partidos de los sábados y al mayor, le prohibieron visitar a Shannon, su novia.
Ni la burla ni la indiferencia nos desalentó, todo lo contrario. La familia entera se inscribió en un curso por correo de control de plagas que duró seis meses. Para cuando nos llegó el certificado de participación ya habíamos perdido la sala de estar, la cocina y el cuarto de baño, sin embargo no reculamos, ese mismo día empezamos a fabricar pesticidas caseros y toda clase de venenos que rociamos fervorosamente alrededor de la casa y en los muros exteriores (menos Nick, el menor, que es alérgico a todo tipo de cosas). Esa noche nos fuimos a dormir contentísimos.
A la mañana siguiente nos levantamos ansiosos, esperando ver decenas de cuerpecitos, inertes unos, y convulsionando otros, para declarar al fin la victoria definitiva. Cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que en vez del épico escenario que imaginábamos, nos esperaban la policía, doña Aura, que fue la que puso la denuncia porque dizque le envenenamos el gato y el Dr. Freeman (maldito traidor) con cuatro de sus enfermeros, a la entrada principal de la casa, ahora reducida únicamente al dormitorio matrimonial, donde, aunque estrujados, estábamos tranquilos Shannon, Nick, Nick, Nick y yo.
No atendieron a nuestras razones. Es cierto que teníamos varios meses sin asearnos, es cierto que en los caños habían dos o tres perros muertos, pero también es cierto que Alonsito, el menor de doña Aura (y de esto nos dimos cuenta hasta que los oficiales nos introducían en la patrulla), tenía uno de esos animalejos en el hombro desde donde nos miraba con sus ojos agudos y malignos.
lunes, 14 de abril de 2008
Mapeos
Sexo sin amor
A Pamela
Romper el aburrimiento de la tarde
Hervir el vino y no tocar las tetas por su nombre.
Escupirle al cielorraso sin esperar las represalias
Claro que te amo
Pero a quién le importa
Cuando abrís así la carne:
Aún no nos ahoguemos
Posando en poses animales
Seremos la envidia de los niños.
Tribus
A Carlos y Andrea y a Pamela
Los mundos que imaginamos
No caben en la vigilia precipitada
Ni en las ediciones meridianas
Por eso nos demoramos por esas calles
Conservamos en alcohol el hielo
Y otros inventos ancestrales
Soplamos sobre el vidrio
Los vahos de la infancia
Cargamos el prisma de neones y tungsteno
Rescatamos los amoresviejos del último bolsillo
Y los dejamos por ahí
Deambulando
Entre lunas artificiales
Y cabinas telefónicas.
Ceniceros
A Andrea
Por lo menos uno
En cada habitación
A veces dos
Tres
En cada uno su ceniza y sus minutos
Sus palabras
Por supuesto que no son el tiempo
Pero lo recogen en sus bóvedas sin fondo
Nos reunimos alrededor del fuego
Hogueras de bolsillo
Cancerosa algarabía que se vierte
Un sedimento de música
De risas y silencios
Cultivadores del humo y sus presagios
Aprendimos a leer los rostros en la penumbra
Al menos uno en cada habitación
Y en cada uno su ceniza
Arcano
A Esteban (ex-nobio y rocanrol star)
Decir luna
Y no imaginar satélite
Ni armstrong
Ni queso
Sino serpiente
Pluma en picada
Árbol que hunde su raíz en los dominios del avión
Mujer tibia
Con hoguera y vidrios en su aroma
Agua que se enrosca
Punta de rayo
Concha caracol ombligo
Decir luna
Y ya no morirse nunca.
El Gran Samueleador
No sabe que nos mira
Ni sabemos que no nos mira
El Gran Samueleador se intuye en la desgracia,
Flota o se sumerge,
Vuela o se arrastra.
Nadie sabe cuántos dedos tiene
Ni cuál niño lo persigue.
Le pesan los rostros en sus párpados
Le duele el vientre seco
Las uñas se le encarnan
Duerme bocabajo en los sillones de la casa.
no comprende los relojes
aunque se divierte en ellos
resoplando el tiempo
como pelusas del polvo del olvido
Réquiem por (si) las moscas
Réquiem por (si) las moscas
Una mosca es todas las moscas y al revés. Insoportable vuelo salvaje en territorio aéreo doméstico. Los manuales dicen que tienen muchos ojos. ¡Quién se ha visto en el ojo de una mosca! ¡Maldito sea su ulular errático y sus depósitos! ¡Maldito su impertinente zigzagueo, su imperceptible masticar, su frotación de los bigotes!
Yo tuve una mosca alguna vez en una jaula para moscas con su columpio de hidrosilicato y su cuenco de agüita azucarada. ¡Jamás aprendió a cantar! Murió de vieja sin darme tiempo siquiera de ponerle su nombre de pila.
Dios la tenga en su sopa.
Una mosca es todas las moscas y al revés. Insoportable vuelo salvaje en territorio aéreo doméstico. Los manuales dicen que tienen muchos ojos. ¡Quién se ha visto en el ojo de una mosca! ¡Maldito sea su ulular errático y sus depósitos! ¡Maldito su impertinente zigzagueo, su imperceptible masticar, su frotación de los bigotes!
Yo tuve una mosca alguna vez en una jaula para moscas con su columpio de hidrosilicato y su cuenco de agüita azucarada. ¡Jamás aprendió a cantar! Murió de vieja sin darme tiempo siquiera de ponerle su nombre de pila.
Dios la tenga en su sopa.
CITY GUIDE
I
Quien quiera ocuparse en la construcción de ciudades debe tener en cuenta
1) que las aceras, por ejemplo, son irrepetibles y como el río, una acera nunca vuelve a ser la misma acera.
2) Que las esquinas se ladran de perro a perro sin reales intenciones de morderse.
3) Que ni las estatuas ni las palomas tienen la culpa.
4) Que los teléfonos públicos suelen saber más de lo que dicen.
5) Que ciertas especies vegetales crecen sin ánimos de ofender en las cornisas de los edificios. 6) Que el sol fermenta tanto las cáscaras de las frutas como tuesta la calva de los postes de luz.
7) Que los periódicos, cuando los abandonan en el parque, se dejan deshojar lentamente por el viento debido a esa vocación por la belleza de las cosas olvidadas.
8) Que los parquímetros sufren de mala memoria, por eso raras veces recuerdan qué están haciendo ahí.
9) Que no hay bus que por bien no venga.
10) Que en los bulevares se encuentran las pistas para los grandes temas.
11) Que los semáforos son daltónicos y les vale un pepino.
12) Que los pericos son verdes de día y de noche silencio.
13) Que los trenes nada tienen que ver con lo efímero porque no tienen ni principio ni final.
14) Que las colillas son una pandemia inexorable.
15) Que hasta segunda o tercera generación los árboles se sienten extranjeros a pesar de sus raíces.
16) Que los paraguas se cierran y abren como guiños que se le hacen a un cielo alto-alto como las azoteas de los bancos.
17) Que sobre todo los jueves, las gatitas en estado suelen maullar de espaldas al mundo.
18) Que los cipreses no pasan de ser un lugar común en los cementerios.
19) Que el eco de las voces de las catedrales no sirve para romper vitrales y se consume en el intento.
20) Que los circos itinerantes a veces olvidan a dos o tres payasos en una esquina y ahí se les ve, deshojando margaritas de colores .
21) Que la paciencia del comején es más grande que la de Dios.
22) Que algunos fantasmas le han perdido el miedo a la mañana.
23) Que siempre hay hormigas abajo revolviendo el mundo.
24-25) Que la muerte nunca es un turista y Que la vida es una cicatriz de nacimiento siempre emparentada con alguna calle, con alguna avenida.
II
Tras el inventario de adoquines
el sol resopla entre nubes negras
las polaroid recogen las últimas luces de algún rostro
antes de emigrar de nuevo
una orden de comején de tradiciones milenarias
sueña tras su infinita paciencia
ganarle el pulso al dios de los que rezan
los maniquíes acechan a sus presas
y las presas imaginan lujosos obituarios
donde colocar sus nombres
un teléfono llama
así caminan
caminamos
hacia el bus que nos llevará donde sabemos.
III
Ahí
donde salen a jugar los que olvidamos
y se reúne el frío alrededor del fuego.
Ahí
donde no se responde nunca al nombre
y los pájaros nacen ciegos
y se estrellan en los parabrisas
y vuelan ciegos hacia el horizonte
y vuelan
Ahí
donde las estatuas se erigen decapitadas y obscenas
porque ya se sabe
y la sombra es multitud de faros rotos
Ahí
donde se entra en el silencio y en las ambulancias
sin llaves de la casa
y el corazón se da en prenda a los paseantes...
una simple mirada sobre la puesta de sol
puede provocar la muerte.
IV (ocio)
Suelo conservar
las lloviznas en el humo
abro y cierro mi paraguas sin chantaje
como un guiño
para el ruedo de las enaguas de los cielos
porto salvoconductos en cada cigarrillo
y en cada humareda
un augurio caprichoso
trafico silencios por las avenidas
oculto un grillo afónico
bajo el ala del sombrero
resucito en las horas muertas
dejo todas las faldas dirigirse a su horizonte
antes de volver a casa
asisto al adoquín
con mi penacho reluciente:
Nacimos para estar aquí
resumo al despedirme.
V (panóptico fingido e inconcluso)
Las sombras no son tan elásticas como antes
pienso que piensa un viejo bajo un árbol,
consultando el reloj por no bostezar desnudo.
un perro mira el cielo desde su alma de perro
y tiembla
temiendo la fisura del relámpago.
aplasto el suelo con los pies.
deshaciéndose contra el aire
un niño corre tras lo que los niños corren
alguien grita;
una mujer intuyendo el desamparo
se especula que es el sol
esa mancha ocre que se agrieta con la lluvia
Hace siglos que los paraguas dejaron de ser presagios
pregona el pregonero haitiano que los ofrece a mil.
VI
...de palabras hizo su trono y su corona,
sus ejércitos y ciudades,
de palabras su mujer...
sus ejércitos y ciudades,
de palabras su mujer...
domingo, 13 de abril de 2008
Pasquín de retratos
A la familia putativa, esa desdeñosa y huérfana.
Barba pelirabiosa,
historiabundo;
historiabundo,
tiempo que nos acosa,
edad del mundo,
beso que no se endosa,
niño profundo.
Hombro de porcelana,
ojo medusa;
ojo medusa,
luna por la mañana,
viento que azuza,
socia en la mundana
escaramuza.
Zumo de yerbabuena,
voz sin tintero;
voz sin tintero,
brindis en la colmena,
labio con pero,
cuenco de luna llena,
tamborilero.
Mambo en las caderas,
río que suena;
río que suena,
tinte de las maderas,
reloj de arena,
rastro de enredaderas
en la melena.
Todo como si nada,
fray Bonaparte;
fray Bonaparte,
unta el pan con la espada,
dar es un arte,
sorbo de limonada,
punto y aparte.
Amorcito corazón,
sarape risa;
sarape risa,
frío en rebelión,
huella que pisa,
cántame una canción,
llorona hechiza.
Marea que se derrama,
faro bahía;
faro bahía,
luciérnagas en la cama,
copa tardía,
es según mala fama,
más de ella que mía.
Mesas que se revientan,
sala en penumbra;
sala en penumbra,
risas que se lamentan,
humo que alumbra,
mientras los dedos tientan
el codo encumbra.
abril 2007
Pelele, sin sombrero.
Barba pelirabiosa,
historiabundo;
historiabundo,
tiempo que nos acosa,
edad del mundo,
beso que no se endosa,
niño profundo.
Hombro de porcelana,
ojo medusa;
ojo medusa,
luna por la mañana,
viento que azuza,
socia en la mundana
escaramuza.
Zumo de yerbabuena,
voz sin tintero;
voz sin tintero,
brindis en la colmena,
labio con pero,
cuenco de luna llena,
tamborilero.
Mambo en las caderas,
río que suena;
río que suena,
tinte de las maderas,
reloj de arena,
rastro de enredaderas
en la melena.
Todo como si nada,
fray Bonaparte;
fray Bonaparte,
unta el pan con la espada,
dar es un arte,
sorbo de limonada,
punto y aparte.
Amorcito corazón,
sarape risa;
sarape risa,
frío en rebelión,
huella que pisa,
cántame una canción,
llorona hechiza.
Marea que se derrama,
faro bahía;
faro bahía,
luciérnagas en la cama,
copa tardía,
es según mala fama,
más de ella que mía.
Mesas que se revientan,
sala en penumbra;
sala en penumbra,
risas que se lamentan,
humo que alumbra,
mientras los dedos tientan
el codo encumbra.
abril 2007
Pelele, sin sombrero.
Lo suyo es poesía
A fabi
Lo que tengo de chistera; él de mago,
lo que yo tengo de pera; él de olmo,
lo que él tiene de colmillo; yo de colmo,
(las almenas del castillo las desfago).
Donde puse mi bravata; él su verso,
(corazón que lo delata y que lo encubre),
a mí el cuerno de la musa; a él la ubre,
Yo hereje de Medusa; él converso.
Él con yelmo de mambrino y yo calvo,
mi terceto ahogado en vino, el de él salvo,
él de ámparo Celestina; yo moteles,
Da boleros de propina; yo aranceles,
lo suyo es poesía; lo mío un amago,
si yo no tengo patria mía; él Cartago.
Lo que tengo de chistera; él de mago,
lo que yo tengo de pera; él de olmo,
lo que él tiene de colmillo; yo de colmo,
(las almenas del castillo las desfago).
Donde puse mi bravata; él su verso,
(corazón que lo delata y que lo encubre),
a mí el cuerno de la musa; a él la ubre,
Yo hereje de Medusa; él converso.
Él con yelmo de mambrino y yo calvo,
mi terceto ahogado en vino, el de él salvo,
él de ámparo Celestina; yo moteles,
Da boleros de propina; yo aranceles,
lo suyo es poesía; lo mío un amago,
si yo no tengo patria mía; él Cartago.
sábado, 12 de abril de 2008
Imposturas
"Cultivo un piojo en mi corbata
y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles"
Nicanor Parra
Me postulo itinerante
con mi clavo clavado al adoquín
busco la llave de la isla Barataria
en el fondo de las botellas
y siempre regreso a casa fracasado de la noche
jamás puse un pie en un circo
sin embargo en mis sueños los añoro
si cuento un chiste
doy play
a las risas pregrabadas
hice el amor con las mujeres que quisieron
las que no
las sigo modelando en el humo del cigarro
llego tarde a mis cumpleaños
con un brazo hospitalario bajo el brazo
y la sombra del sombrero sobre el hombro
no me salto una luz roja
pero desobedezco civilmente a mi primer esposa
le huyo al brillo de los ojos de los hijos
como al síndrome danés
de vengar honor y muerte de los padres
a los cementerios fui una vez
y sinceramente
nada hallé ahí que me interesara.
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