Mis muertes nunca son definitivas
aunque es cierto que se van
acumulando ciempiés en los resquicios de la casa
y se sospechan sombras que se mueven de reojo
o frágiles sonidos que se ahogan
grillitos de mis muertes provisionales
niños que corretean mis olvidos y que fui
puchitos de colillas de cigarro
un abuelo
que canta con su voz que no recuerdo
objetos desteñidos y olorosos inmunes a los nombres
soliloquios de los otros
que habitan en el fondo de las tazas que me bebo
en fin
las muertes pequeñitas
que se juntan y no son
todavía
la muerte.
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