martes, 25 de agosto de 2009

Cantos de Cifar y del Mar Dulce*


Como Comala, como Santa María o como Ilama, el Lago es un pueblo. No de desiertos y polvaredas. No de verdes endemoniados y calcinantes. El Lago es un pueblo de Mar Dulce. Un pueblo que no se narra en prosa sino en poesía. Más feliz que los terrestres. Más trágico. Con la sabiduría de los que leen el cielo y las estaciones. Con una muerte irrevocable pero que juega y una vida que es mito y hambre. Ambas transcurren en el lago, en tierra sólo la espera.
Fantasmas y brujas. Diosas, sirenas. Hombres que matan porque son hombres. Mujeres que aguardan. Putas que añoran. (Mirna te quiere, Mirna te cuida, Cifar).
Las islas del lago parecen moverse a la deriva: sombras marinas entre la niebla caliente, visiones bajo la luna. De madera las lanchas y las guitarras. El olor de los alcoholes de madera y el corazón de las mujeres que cruje y flota. De madera se alimentan los fuegos de las orillas.
Un hombre recoge papeles que traen las olas. El canto de un gallo llega de lago adentro. Así son los poemas de Pablo Antonio Cuadra, como las islas errantes que dicen que tiene el Lago:

El nacimiento de Cifar

Hay una isla en el playón
pequeña
como la mano de un dios indígena.
Ofrece frutas rojas
a los pájaros
y al náufrago
la dulce sombra de un árbol.
Allí nació Cifar, el navegante
cuando a su madre
se le llegó la fecha, solitaria
remando a Zapatera.
Metió el bote en el remanso
mientras giraban en las aguas
tiburones y sábalos
atraídos por la sangre.

Voces

En la noche
mientras navegábamos
estuvimos escuchando cantos
muy lejos de tierra.

Una estrella hería
las aguas oscuras
donde naufragaron
las tres muchachas de Tarca
tocadoras de guitarra.

Las Muchachas

Las muchachas del archipiélago
vuelven de misa remando.
Como flores flotantes
como guirnaldas
de colores alegres.
Diles adiós
desde tu isla
y levantarás un vuelo
de voces frescas
como pájaros.

El dormido

Loca la vela y sin guarnil la caña
vimos el bote zozobrando
lanzado por los vientos y las olas.

Entre la espuma y la noche
sólo un perro aullaba.
Trabajo le costó a Pascasio
arrimar a babor su lancha
y cogerlo con el ancla.

-¡Justo! ¡Jodido!
gritó el marino al ver al hombre
remojado y dormido.-¡Justo!
¡Hijo de puta!

Un gallo lempo aleteaba
guardando el equilibrio
entre relámpagos.

Justo Mora es intrépido
y solitario. Navega
con un perro y un gallo
a cuyo santo se atiene.
Padece
del mal del sueño.

La Estrella Vespertina

Vimos las llamas levantar la noche
y ensangrentar las aguas como un sol ahogado
-¡Es la isla de Inés!- gritaron los marinos
y tiré la red y puse mano al remo
hundiéndolo en las aguas rojas.
Gritos se alzaban de ribera a ribera
y aves despertadas de sus nidos
giraban como cenizas.
¡Ya era tarde! Como una Y griega
escarlata escrita sobre mi sueño
la vi desnuda correr
y hundirse entre las olas.
Hablo de Inés. Siempre hablo de Inés
cuando la triste y vesperal estrella
baja a las ondas
y su desnudo ardor baña en las aguas.

El Maestro de Tarca IV

Dijo el maestro
de Tarca:

Coge la cigarra
del ala
al menos
llevas en la mano
el canto.

Calmura

Rogando al viento
insultando al viento
hijueputeando al viento
o comprando al menesteroso
con la moneda rabiosamente
arrojada por la borda

-¡Silba al haragán!
-¡Grítale al viento!
-¡Arréalo!
y silba agudo el marino
y revientan los adjetivos contra el duro
SOL
que inmoviliza las aguas.

Pero
no responde la vela
flácida
como el ala de un ave muerta
Arsenio, granuloso
Cliente del burdel de Lalita
desesperado de calor
se tira al Lago. Y vemos
la rápida
aleta del tiburón.

Al grito de espanto
como un eco
aflora del fondo
en silencio
la mancha roja.

El Maestro de Tarca V

Cuida los pormenores.
La Pepesca
el más pequeño
pez
del Lago
en ciertas aguas
enfurece
busca el culo del hombre
ágil se introduce
y sube
y sube
y devora
el corazón indefenso.

Las bodas de Cifar
“…y el mar virginicida batían con sus remos”.
Licofrón.


-¡Deja de llorar!- gritaron las mujeres
y se oyeron sus risas
entre el reflejo
de las antorchas
y el golpe de los remos.
Llevaban a Ubaldina, con guitarras
con su velo de novia
y un ramo de azucenas.
Eladio, el carpintero de ribera
y Pascasio, el marinero manco
construyeron la barca.
Yo labré el mástil
y mi madre
cortó –sobre el arenal- la vela.
Zarpamos
cuando rompían los albores
pero Octubre
levantó los vientos.
Ráfagas, turbiones,
olas,
rayos
el Lago embravecido
y negro nos golpeaba a muerte
el barco y nos rompía
las velas y las drizas.

Al caer la tarde
el huracán bramaba
-¡Mierda! –gritó Eladio- ¡nos hundimos!
Pero el viejo Paz, sereno
con su brazo único al timón
dijo a los hombres:
-“Está el Lago cebado
la lancha es virgen
y la mujer doncella”.
Abrieron entonces la escotilla y nos metieron
Al oscuro vientre:
olía
a brea el maderamen.
Tumbé a Ubladina aterrada
y más que el amor
las olas me ayudaron.
Después abría la escota
saqué el brazo
y tiré el velo a las aguas.
(Así engendré a Rugél,
tan duro en los peligros
pero débil con las hembras).

El barco negro

Cifar, entre su sueño oyó los gritos
y el ululante caracol en la neblina
del alba. Miró el barco
-inmóvil-
fijo entre las olas.
-Si oyes
en la oscura
mitad de la noche
-en aguas altas-
gritos
que preguntan
por el puerto:
dobla el timón
y huye

Recortado en la espuma
el casco oscuro y carcomido,
(-¡Marinero!, gritaban-)
las jarcias rotas
meciéndose y las velas
negras y podridas
(¡Marinero!)
Puesto de pie, Cifar, abrazó el mástil

-Si la luna
ilumina los rostros
cenizos y barbudos
si te dicen
-Marinero ¿dónde vamos?
Si te imploran:
-¡Marinero enséñanos
el puerto!
¡dobla el timón
y huye!

Hace tiempo zarparon
Hace siglos navegan en el sueño

Son tus propias preguntas
perdidas en el tiempo.

La Isla del Encanto

1
Carmen era una mujer de cabellos rubios
entre mujeres de cabello negro.
A Carmen
las mujeres la señalan
y murmuran
(tiene un gallinero
y en el gallinero un gallo
que sólo canta
cuando la ve desnuda).
La isla de Carmen
era la isla de las canciones.
A la isla de carmen
van y vienen los botes y las barcas.

2
En El Anono, la isla de los Cruces,
un marinero como Eladio
inapetente y pálido
bosteza en el tapesco.
En la isla de Plátanos
Felipe está encendido
en fiebre: por las noches
se remueve y grita
con negras pesadillas.
En la isla del Menco
nació movido
el hijo de Rosario.
En Tinaja, Lago abierto,
cayó en melancolía
Magdaleno. Apaleó
a la mujer y a los hijos.
No navega ni come.

3
Las mujeres de las islas
cruzan de noche las aguas.
De lejos, sus hombres –los jugados
de cegua- ven arder la Isla del Encanto
por sus cuatro costados.

Despedida

Que las aguas te devuelvan
a la orilla
y llegues vomitando algas
y castañeando los dientes
por el frío
que te encuentre
con la cara en la arena
tendido como un perro azotado por las olas
gritaba el corazón de la muchacha
mientras sus labios besaban al marinero.

La Carta

Me escribe Eufemia
que vuelva.
Yo le contesto: En tierra
repitiendo pisadas
abre caminos
el hombre.
Las aguas no tienen sendas.
El Lago
no guarda huellas.

Canto que hizo Cifar en la vela del Angelito

Cuando se hundió
“La Esperanza”
todos perecieron.

Los que fuimos
al rescate
solo vimos
-flotando-
el ataúd de un niño.

El rebelde

Todavía la aurora
no despierta el corazón
de los pájaros y ya Cifar
tira la red en el agua
oscura. Sabe que es la hora
de la sirena y no teme
el silencio.
Cifar espera
la señal en las lejanas
serranías. Antes del alba
encenderán sus fogatas
los rebeldes.
Le lleva peces
y armas.

La vieja sirena

Friolenta
cubriéndose del viento
en la negra piedra
del escollo
la vieja sirena
para el oído
al golpe de las olas
en mi barca
Arregla
entonces
rápida
sus trenzas entrecanas
saca
del agua
sus pechos lacios
y olisca
a pez canta
con voz cascada
El aire
del sur levanta
fría espuma
y tose
pero desgañita
con su anticuada
aria griega
esperando el sortilegio
-¡Suegraaá!
le grito
riendo desde la proa
y ella, ofendida
mira con ojos
cegatos -¡Pudiera…!
exclama altiva
irguiendo el lucio
cuerpo
Pero
resbala
y cae
al agua
y se hunde
y solo queda
espuma
y nada.

Piolín
A Pitín

Una isla
picoteda
por las gallinas
-un pedazo
de estrella- fue
el país
de Piolín
el niño
de los gallos.

A la vela
llega Magdaleno
vela
de cuerpo ausente
-el remo del niño
y cuatro candelas-
“Piolín:
Salvaste
a la niña Rina
salvaste a Teo
mi hijo!”

Tocan violines
Lloran
alto
las abuelas
y los pescadores
con lámparas
buscan el cuerpecito
Entonces
canta el gallo
de Piolín:
-¿Dónde estará?-
(La noche llena de gallos)
-¿Dón-de-es-taraaá?
De isla
en isla
los gallos preguntan
por el niño
y con preguntas
van haciendo
el alba.

El Caballo Ahogado

Después de la borrasca
en el oscuro silencio
miraron sobre las aguas
flotando
el caballo muerto.

-Es la crecida, dijeron
los pescadores
y detuvieron
la barca.
Las olas
movían las largas crines.
El ojo, abierto,
fijo su asombro
en el cielo.
Tendido, la muerte
lo hacía inmenso.

Sintieron
como un extraño
presagio
y vieron
una corona
de gaviotas blancas
en el viento.

El Cementerio de los Pájaros

Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol
No vi tierra
si no huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.

Con débil brazo
moví los remos
y día la espalda
al cementerio
del canto.

Pescador

Un remo flotante
sobre las aguas
fue tu solo epitafio.

Pablo Antonio Cuadra (1912-2002)

*Gracias al Fabi, que me prestó el libro.

7 comentarios:

Jenaro dijo...

Y era un viejo católico a quien se le miraba navegar en el Gran Lago Cocibolca! Que bueno que te gustó!

Hatillonauta dijo...

que bueno de las mejores varas, que he leido, ademas me tire buena parte del libro sobre sobre el cocibolca. Cifar que grande

Anónimo dijo...

Con la sombra de Cardenal, son pocos los que citan a un buen poeta como Cuadra.

Gracias por traerlo a colación.

Saludos.

The Modesto Kid dijo...

¡Muchas gracias por publicarlos!

The Modesto Kid dijo...

He intentado traducir "El barco negro" a mi blog: The Black Boat

Anónimo dijo...

Excelente! Invaluable aporte. Me encantan Pablo A. Cuadra, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho. Adoro Nicaragua, el Cocibolca, y el San Juan. De hecho he escrito algo sobre el tema en alguna ocasión (nada muy refinado). Te invito a mi blog.

Saludos,

Danielus

Unknown dijo...

Las muchachas vuelven remando como flores flotantes como guirnaldas