I
Quien quiera ocuparse en la construcción de ciudades debe tener en cuenta
1) que las aceras, por ejemplo, son irrepetibles y como el río, una acera nunca vuelve a ser la misma acera.
2) Que las esquinas se ladran de perro a perro sin reales intenciones de morderse.
3) Que ni las estatuas ni las palomas tienen la culpa.
4) Que los teléfonos públicos suelen saber más de lo que dicen.
5) Que ciertas especies vegetales crecen sin ánimos de ofender en las cornisas de los edificios. 6) Que el sol fermenta tanto las cáscaras de las frutas como tuesta la calva de los postes de luz.
7) Que los periódicos, cuando los abandonan en el parque, se dejan deshojar lentamente por el viento debido a esa vocación por la belleza de las cosas olvidadas.
8) Que los parquímetros sufren de mala memoria, por eso raras veces recuerdan qué están haciendo ahí.
9) Que no hay bus que por bien no venga.
10) Que en los bulevares se encuentran las pistas para los grandes temas.
11) Que los semáforos son daltónicos y les vale un pepino.
12) Que los pericos son verdes de día y de noche silencio.
13) Que los trenes nada tienen que ver con lo efímero porque no tienen ni principio ni final.
14) Que las colillas son una pandemia inexorable.
15) Que hasta segunda o tercera generación los árboles se sienten extranjeros a pesar de sus raíces.
16) Que los paraguas se cierran y abren como guiños que se le hacen a un cielo alto-alto como las azoteas de los bancos.
17) Que sobre todo los jueves, las gatitas en estado suelen maullar de espaldas al mundo.
18) Que los cipreses no pasan de ser un lugar común en los cementerios.
19) Que el eco de las voces de las catedrales no sirve para romper vitrales y se consume en el intento.
20) Que los circos itinerantes a veces olvidan a dos o tres payasos en una esquina y ahí se les ve, deshojando margaritas de colores .
21) Que la paciencia del comején es más grande que la de Dios.
22) Que algunos fantasmas le han perdido el miedo a la mañana.
23) Que siempre hay hormigas abajo revolviendo el mundo.
24-25) Que la muerte nunca es un turista y Que la vida es una cicatriz de nacimiento siempre emparentada con alguna calle, con alguna avenida.
II
Tras el inventario de adoquines
el sol resopla entre nubes negras
las polaroid recogen las últimas luces de algún rostro
antes de emigrar de nuevo
una orden de comején de tradiciones milenarias
sueña tras su infinita paciencia
ganarle el pulso al dios de los que rezan
los maniquíes acechan a sus presas
y las presas imaginan lujosos obituarios
donde colocar sus nombres
un teléfono llama
así caminan
caminamos
hacia el bus que nos llevará donde sabemos.
III
Ahí
donde salen a jugar los que olvidamos
y se reúne el frío alrededor del fuego.
Ahí
donde no se responde nunca al nombre
y los pájaros nacen ciegos
y se estrellan en los parabrisas
y vuelan ciegos hacia el horizonte
y vuelan
Ahí
donde las estatuas se erigen decapitadas y obscenas
porque ya se sabe
y la sombra es multitud de faros rotos
Ahí
donde se entra en el silencio y en las ambulancias
sin llaves de la casa
y el corazón se da en prenda a los paseantes...
una simple mirada sobre la puesta de sol
puede provocar la muerte.
IV (ocio)
Suelo conservar
las lloviznas en el humo
abro y cierro mi paraguas sin chantaje
como un guiño
para el ruedo de las enaguas de los cielos
porto salvoconductos en cada cigarrillo
y en cada humareda
un augurio caprichoso
trafico silencios por las avenidas
oculto un grillo afónico
bajo el ala del sombrero
resucito en las horas muertas
dejo todas las faldas dirigirse a su horizonte
antes de volver a casa
asisto al adoquín
con mi penacho reluciente:
Nacimos para estar aquí
resumo al despedirme.
V (panóptico fingido e inconcluso)
Las sombras no son tan elásticas como antes
pienso que piensa un viejo bajo un árbol,
consultando el reloj por no bostezar desnudo.
un perro mira el cielo desde su alma de perro
y tiembla
temiendo la fisura del relámpago.
aplasto el suelo con los pies.
deshaciéndose contra el aire
un niño corre tras lo que los niños corren
alguien grita;
una mujer intuyendo el desamparo
se especula que es el sol
esa mancha ocre que se agrieta con la lluvia
Hace siglos que los paraguas dejaron de ser presagios
pregona el pregonero haitiano que los ofrece a mil.
VI
...de palabras hizo su trono y su corona,
sus ejércitos y ciudades,
de palabras su mujer...